Los Vial. Todo un mundo. Pasar la reja y adentrarte en un callejón donde prima en un principio el cemento y el verde pasto, la muralla de malvarrosas. Una puerta. Entras. El quite a Toby que aunque se ve chico y pelusón muerde y no a lo caballero: embiste por atrás.
El jardín. Hay verde, mucho verde. Al final una hilera de eucaliptos y hierbas que la madre usa para esos clásicos té después de almuerzo. Una casa grande, de cortes simples y muchas ventanas, blanca, una terraza rectangular, pasas las lavandas y ahí está sonando el minueto de Bach por décima vez.
Los Vial. Gente de lunares, cabello oscuro y mirada dura, ruda y vivaz. Ropa de hilo y algodón. Ya adentro prima el blanco y el verde de esa alfombra que Juan Pablo ha tomado como suya luego de tantas jornadas echado en ella. La casa está llena, la gente conversa, se ríe, cotillea, hay choques de vasos, cariños en las cabezas, preguntas curiosas y risas jocosas. Se siente aún así la conjunción perfecta de lo bello y lo triste. Es el tiempo de antesala a las tempestades que se sabe, vienen.
La pieza. Lo señalo porque hasta ese momento ha sido el lugar de encuentro, mágico con aquella antigua marquesa, cuna de tantas conversaciones y cariños contemplativos. Hay cuadros y retratos, muchos de colores y blanco y negro, de paseos al lago, la playa y los tiempos en que el auto era pequeño y los miembros sólo cuatro.
Los Vial. De chica fueron mi referente y mi escuela. Las idas al puerto, las historias de barcos contadas con esa voz ronca y profunda de quién era uno de mis favoritos, de tiburones y pez espada, de fantasmas y barcos malditos. La música de fondo, siempre hay música, el piano sonando, la madre tarareando canciones. El gusto por lo sencillo y lo bueno. La apreciación de la belleza, la contemplación de un paisaje, la visión de un mundo más allá de los ojos, el descubrimiento del pensar.
La casa está llena de gente, y de comida, como siempre, pero de alguna manera se siente la soledad venir, estar presente como la última invitada que aún se mantiene en la puerta, esperando su momento. Las presencias son cortas, fragmentos de interrupción. De vuelta a lo bello y lo triste. A lo humano.
Los Vial. Mi cable a tierra. Mi centro. Mi perdición. La vuelta a la absoluta indigencia en su más crudo y bello estado, el recordatorio que no existe nada mejor ni más feliz que ese amor, un jardín con hierbas, la música, el esfuerzo de un trabajo voluntarioso, la belleza de la voluntad por sobre todo. Miro a mis abuelos y se, con dolor, lo que es bueno. Me miro a mi y se que no soy un décimo de lo que debí ser, con todo lo que se me dio, ni asomo de lo que fueron ellos, los que me predecedieron y me doy rabia. Pero de la buena. De esa que me pide a gritos la vuelta del sol y de aquella música.
Notable.
ResponderEliminarGracias por demostrar que todavía se puede.
Con muy poco.
Pero con harto.
:DD me gusto tu entrada . . . larga pero bonita
ResponderEliminarES AL FIN Y AL CABO, VIDA, eso es.
ResponderEliminar♥
'De alguna manera se siente la soledad venir'. Sin aliento me has dejado con esa frase, la mejor de todo el texto sin duda. Encierra tantísimas cosas. Y sí, he visto el comentario de la entrada 'larga pero bonita'. Ya, ya, ya. No es por ser mala ni nada de eso, pero fijo que ni siquiera se leyó los tres primeros párrafos: O lees lo que dice la entrada o no comentes, pelotuda.
ResponderEliminarSí, en serio, sólo tengo quince años AJAJAJA Recién cumplidos en Marzo, además.
P.D: Yo siempre quise un hermano mayor que me trajese/tuviese amigos buenorros a casa y me defendiese siempre que lo necesitase AJAJAJAJA
la misma rabia que me hace decirte que si estuviese ahí te daría un tortazo por decir eso..
ResponderEliminarratatat - bilar
Una entrada precios !
ResponderEliminarMuchísimas grácias por pasarte, a mi me ha encantado tu comentario. No sabes lo que me alegra que me digan esas cosas. ¡ Grácias !